
El castillo de Loarre, una visita con mucha historia
Es una de las construcciones icónicas de la provincia de Huesca y también una de las fortalezas medievales que mejor se conservan en Europa. Hablamos del castillo de Loarre. Un imponente fuerte románico que hacía años que no visitábamos y que, como esperábamos, no nos defraudó. Niños y adultos no nos perdemos detalle en una visita guiada de alrededor de una hora que recomendamos para después adentrarnos en las entrañas del castillos y sus alrededores.
Desde nuestras casas rurales El Corral de Villacampa y La Masadría el viaje dura algo más de hora y media. Debemos montarnos en el coche para viajar hasta Huesca, previo paso por Barbastro, y continuar trayecto hasta un paraje sobre el pueblo de Loarre que seguro no te dejará indiferente. El castilo de Loarre y su muralla se levantan sobre un peñasco, a las faldas de una montaña situada en la comarca de la Hoya de Huesca.
Es otoño y el aire fresco a esta altitud, nada más salir del coche, ya nos avisa de que no nos olvidemos la chaqueta en el coche. Dejamos el coche en el aparcamiento habilitado a espaldas del castillo y nos dirigimos a recoger y a pagar las entradas ya reservadas. Aunque la visita se puede hacer sin guía, nosotros optamos por ir acompañados para conocer más detalles del castillo. El precio para adultos es de 7 euros; para escolares, 6 €; y menores de 6 años no pagan.
Antes de las visita nos metemos en harina visualizando un breve audiovisual que nos explica la historia y el contexto en el que se encontró esta fortaleza desde que Sancho el Mayor iniciase su construcción en el siglo XI. Dejaremos de lado la historia para que la descubráis vosotros mismos cuando os acerquéis hasta este lugar que sirvió de castillo, de fortaleza, de residencia real y de monasterio. Solo deciros que en su origen fue un importante fuerte defensivo del Condado de Aragón (más tarde, Reino de Aragón) y que se ubicó en la divisoria de los frentes cristiano y musulmán.
Dejamos atrás el edificio multiusos formado por el bar, la tienda, la sala de vídeo y las taquillas para enfrentarnos de cara con la gran muralla que rodea una parte del castillo. Atravesamos la puerta para recibir las primeras explicaciones de nuestra simpática guía a los pies de la iglesia de San Pedro. Dos capiteles situados en las columnas, tras las que se esconden las escaleras que dan acceso a la iglesia, anuncian la principal regla y el principal castigo al que se exponía todo aquel que en su día se adentraba tras esas paredes. Algo así como «Ver, oír y callar» o tu cabeza será decapitada.
La exposición de la guía continúa en la iglesia de San Pedro, donde encontramos una particular cúpula y una pared poco uniforme junto a una roca, muralla original de la primera fase de construcción de esta fortaleza. Allí nos situamos atentos junto a la capilla de la Reina para escuchar con atención a nuestra guía. Nos habla de las 13 columnas, de las ventanas de alabastro y de la cripta de Santa Quiteria, que se encuentra debajo y a la cual se accede desde la escalinata principal.
La visita continúa entre pasillos oscuros, escaleras, salas de armas (sin armas), etc. Pasamos por las que fueron dependencias de una congregación de Agustinos durante tres décadas, conocemos cómo era la vida de los lanceros y arqueros que defendían el castillo, enfundados en armaduras de 30 kilos, y llegamos hasta la parte alta del edificio. Numerosos son los puntos de interés que se distribuyen en ese entorno. Nos asomamos al mirador de la Reina, dominado por un arco desde el cual apreciamos abajo la muralla del castillo y a partir de ahí un extenso territorio se abre ante nosotros. Dicen que en días de claridad es posible divisar las torres de las basílica del Pilar. Hoy no tenemos esa suerte, pero sí observamos los dos embalses que se extienden no mucho más allá y un territorio que impresiona.
Muy cerca se encuentra una segunda capilla y también el aljibe en el que se recogía el agua y que, en caso de asedio, permitiría resistir a los habitantes del castillo con el agua que allí se acumulaba. El pozo y la terraza del ábside de la iglesia de San Pedro también dan forma al lugar. Subimos la torre habilitada para las visitas y llegamos hasta la particular letrina situada en ella. Con la tronera, o aspillera, o saetera (llamadla como queráis) justo al lado, a buen seguro que hace muchos siglos no apetecía aquello de quedarse un rato sentado mientras hacían sus necesidades.
Vistas desde el castillo de Loarre
Tras ir de aquí para allá y disfrutar un rato más del sitio, nos vamos no sin antes entrar a conocer al famoso perro tallado en la piedra (cuando visitéis el castillo, sabréis a lo que nos referimos), ver desde abajo el inicio de las escalinatas donde los atacantes deberían quedarse encallados y echar un último vistazo a la vista del territorio que desde los pies de la escalera se extiende.
El mapa del tesoro
En tiempos normales, cuando el Coronavirus no marcaba nuestras vidas, eran varias las actividades para niños disponibles para los niños durante la visita al castillo. Ahora, con Coronavirus, los más pequeños solo pueden resolver el mapa del tesoro, una aventura que finaliza con un pequeño tesoro con el que el personal del castillo de Loarre les obsequia antes de decir adiós a este espectacular lugar.
Fantástico entorno fotográfico
El castillo de Loarre es un atractivo indudable para los amantes de la historia y también para los que, como nosotros, no somos tan conocedores de ella. Pero también es un reclamo para los amantes de la fotografía. Seguro que habéis visto alguna vez alguna foto de esta fortaleza… Si no es así, seguro que no os marcharéis sin haber hecho más de una foto. Además, en el entorno del castillo existen dos rutas senderistas ideales para captar la belleza del castillo desde todos los ángulos posibles.
Nosotros lo dejamos para otra ocasión porque es hora de comer y el hambre ya aprieta. Ya en el coche decimos adiós al castillo de Loarre y a sus siglos y siglos de historia.
Con la entrada al castillo de Loarre entran también la visita a la colegiata de Bolea y la iglesia de San Esteban de Loarre. Nosotros decidimos acercarnos hasta el Mirador de los Buitres, pero dejamos pendientes una visita al templo de Bolea y también a la cercana ermita de la Virgen de la Peña, encaramada en una pared de piedra a la que solo se puede llegar andando. Desde el mismo castillo sale una ruta senderista hasta esta ermita de una hora de duración.
Mirador de los Buitres
Después de comer nos acercamos hasta este mirador que debe su nombre al ave rapaz que te encontrarás seguro si te acercas hasta él. Impresiona mucho el vuelo de este animal, por eso no te olvides de los prismáticos, pero impresiona también la vista sobre otro de los iconos de la provincia de Huesca: los Mallos de Riglos. Este mirado al que se llega por una pista muy bien conservada desde la localidad de Sarsamacuello se halla casi sobre los mismos Mallos de Riglos. Este monumento natural se erige sobre nosotros dejando una imagen que no te dejará indiferente.